6 octubre, 2019
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La Terre resiste

 

 

Hoy en día son más de 100 familias las que dependen de esta fábrica ubicada en Guaymallén, Mendoza, en la que se realiza el deshidratado de hortalizas. En este momento, se está produciendo espinaca y zapallo que se distribuye en Buenos Aires y San Luis.

 

La cooperativa «La Terre» nació hace 6 años, un año antes que quiebre MATAS, una empresa que se desarticuló dejando a los empleados en la calle. Cuando se dió legalmente la quiebra, los trabajadores se organizaron, tomaron la posesión del lugar y formaron la cooperativa, trabajando como asociados y sin patrón.

 

La Terre actualmente se encuentra en un proceso judicial amparado por tres leyes de ocupación temporaria. Esta semana se aceleró el proceso de entrega de la fábrica. Su comprador Mariano Riggeri, uno de los empresarios más grandes de la región, la adquirió mediante remate en el mes de julio de este año. La compra de la fábrica se dió en un proceso de completo desconocimiento del trabajo de la cooperativa y de sus posibilidades de ser poseedora de los medios de producción.

 

El terreno se subastó en un remate por medio de la jueza Gloria Cortez, que está a cargo de la quiebra. La subasta se realizó tres veces: en la primera no se presentó nadie y en la segunda tampoco. Por esto, la cooperativa hizo una oferta para quedarse allí, pero la jueza no la tomó. En la tercera subasta sucedió lo mismo, y decidieron rematarlo por $25.000.000, cuando su valor inicial era de $45.000.000.

 

Los trabajadores tomaron la decisión de mantener su fuente de trabajo. La fábrica no está tomada como dicen, sigue produciendo porque hay una ley de ocupación temporaria que les habilita el uso de la misma. En el edificio hay aproximadamente 60 compañeros que trabajan con las verduras y otros 30 que utilizan el edificio para otros trabajos independientes, como lo es la elaboración de zapatos y borceguíes. Entre ellos tienen un convenio en el que no pagan el alquiler del espacio en efectivo pero sí colaboran con productos o haciendo los zapatos de quienes trabajan con la verdura.

 

Si el terreno se desaloja todos ellos se quedarían sin espacio físico donde trabajar. Serían más de 100 familias en la calle. ¡El espacio debe ser de quien lo trabaja!

 

 

 

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