22 agosto, 2019
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Los botines revolucionarios

 

*Por Alejandra Haas, jugadora de Colón de Santa Fe.

 

Mi nombre es Alejandra y tengo 27 años. Nací en Basavilbaso, Entre Ríos. Además de jugar a la pelota en el Club Colón, Santa Fe, estudio Educación Física y trabajo también con el fútbol femenino en dos escuelitas: en Barrio Las Lomas con la Comunidad Qom y en Los Hornos, con mujeres adolescentes  que nunca tuvieron la posibilidad de ir a ningún club entonces la práctica es más básica: jugar y divertirnos. También charlamos de sus problemas y los desafíos que tienen en el barrio.

 

Desde que nací decidí ser futbolista. Siempre me gustó ir al potrero enfrente de mi casa. A cierta edad tuve que dejar de jugar porque ya no me dejaban jugar con los varones, y aunque parezca extraño, somos muchas chicas las que terminamos dejando por eso. En su momento no lo percibía pero ahora que soy más consciente recuerdo un montón de cosas. La gente me preguntaba: «¿para navidad vas a pedir una muñeca o una pelota?». Yo decía “una pelota” y se me reían. En la cancha también se me vienen recuerdos fuertes: daba más bronca si alguna piba metía el gol, y si llegaba a tirar un caño venían de atrás y me bajaban al toque.

 

A las pibas que recién empiezan les diría que sigan entrenando. Y a todas las mujeres, no importa la edad, que se animen. He escuchado historias muy tristes de mujeres que empezaron a jugar a los 45 años porque no se animaban. Creo que es una injusticia histórica muy grande.

 

Soy la misma adentro y afuera del partido: en la vida como en la cancha y en la cancha como en la vida. No se puede discernir el deportista de la persona: si sos solidaria, compañera, preocupada por el otro u otra, vas a ser igual en la cancha, se vive como se juega.

 

El feminismo tuvo muchísimo que ver. Todo esto es una consecuencia de la lucha feminista, porque si Maca no hubiese sido feminista no sé si se le hubiera planteado así a la AFA. El fútbol profesional no es un regalo. Hay que creer que la mujer merece otro lugar en la sociedad, así que es de cierta forma revolucionario. Hoy en día sigue siendo revolucionario calzarse los botines.

 

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