18 febrero, 2019
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¡Felíz cumple, Papá!

 

 

* Por Cristian Bayer,
hijo de Osvaldo.

 

 

Este año sí que nos cambiaste los planes rotundamente, viejo. Desde Alemania íbamos a viajar a Buenos Aires para festejar tus 92 en El Tugurio, pero no pudo ser, te fuiste el 24 de diciembre, a tu ley. Hoy te sigo recordando como te gustaba pasar los días: riéndote. ¿Te acordás de cuando mis tres hermanos y yo éramos chicos? Te veíamos trabajar hasta muy tarde, a veces malhumorado, seguramente por las injusticias que pasaban. Nosotros no nos dábamos cuenta de eso. No te veíamos como los demás, como ese gran referente y figura política.

 

 

Simplemente, eras papá.

 

 

Casi de sol a sol atendías tus proyectos y sin embargo encontrabas un rato libre para estar con nosotros, llevarnos al jardín que tenías en Martínez o agasajar amigos en casa, con quienes hablabas muchos temas que no entendíamos muy bien, pero que nos captaban completamente la atención: fútbol, política, historia. Cuando llegabas cansado a la madrugada, dispuesto a dormir, te recibíamos con ruido, ¡mucho ruido! Ese barullo que te agotaba, tiempo después se lo perdonabas a tus nietos.

 

 

Amabas pasar la vida con ellos, haciendo chistes, inventando juegos de palabras en español y alemán. Pasaste los últimos años sentado en ese sillón que tanto amabas y desde ahí le contabas historias. García Márquez alguna vez dijo: «La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla». Eso se aplicaba a la tuya. Siempre decías la verdad y solamente la verdad, pero en el transcurso de los años nos dimos cuenta que las historias iban cambiando: movías un poquito de lugar partes del relato y a nosotros, que sabíamos las primeras versiones, nos causaba gracia.

 

 

“Me he propuesto no tener piedad con los despiadados. Mi falta de piedad con los asesinos, con los verdugos que actúan desde el poder, se reduce a descubrirlos, dejarlos desnudos ante la historia y la sociedad”, decías indignado y furioso, apoyando a los grupos más débiles. Si algún pueblo te invitaba a dar una charla eras capaz de tomarte el primer micro rumbo a destino. Y tuve el hermoso privilegio de acompañarte en el último gran viaje, en diciembre de 2016, cuando te invitaron a la Patagonia. Fue increíble sentir cómo te apreciaba la gente. Y sí, me quedé con las ganas de haber viajado mucho más a tu lado.

 

 

Donde sea que estés, hoy vas a festejar entre quienes te acompañaron durante toda la vida, charlando, recordando y discutiendo con la alegría, la humildad y la sinceridad que te caracterizaba. Y seguirás enseñando, eternamente, el mayor legado que supiste sembrar…

 

 

Todo, todo, todo, se puede cambiar.