18 enero, 2019
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La variable de ajuste siempre es el pobre

 

* Por Mayra Arena,
politóloga villera.

 

No hace falta observar demasiado para notar que la clase media está cada vez más complicada. Pero sí es importante resaltar que, ante esa situación, la variable de ajuste siempre son los pobres. Se ve especialmente en los comedores comunitarios. Cuando empieza la malaria, las nenas y los nenes no van solos: van con la familia entera. Desde el 2002 que no se veía a los papás, porque el hombre es el último en caer, por machismo o porque siempre tiene alguna changa. Es tristísimo que la gente ahora esté vendiendo sus pertenencias para poder comer. Estoy muy bajón, porque la sociedad la está pasando mal.

 

Muy mal.

 

Para el poder dominante culpar a la pobreza es una solución barata y fácil, somos sólo un gasto. Entonces, privatizan la salud, la educación. ¡Privatizan todo! Esa es la única manera en que les cierren los números. No te lo expresan de manera directa, pero te dicen: «Cerremos la frontera, porque los bolivianos te roban el laburo», fomentando más violencia hacia los extranjeros pobres.

 

Se trata de una aporofobia que ellos mismos generan, aunque en el discurso no lo admitan y sólo hablen de «dignidad». Creen que la gente pobre es necesaria para mantener su statu quo. Y todo se vuelve culpa del «negro mugriento de al lado». Ese odio se contrasta con la terrible solidaridad que hay en el barrio. Mientras todo aumenta y ellos se mantienen bien, abajo comemos fideos, arroz, polenta, siempre conformándonos con sobrevivir. Acá, en Bahía Blanca, se siente muy fuerte el golpe de los aumentos y la inflación. Ni hablar de tomar un bondi, que pasó de $18 a $25,25.

 

En este contexto, buscan instalar que la desigualdad se resuelve con voluntad… Y entonces, ¡listo!, pocos reclamarán que se haga algo por quienes más lo necesitan y se irán evaporando las promesas de campaña, como fue el lema de «pobreza cero». ¡No! No debemos naturalizar esas mentiras, pues hay muchas maneras de mostrar la realidad sin mentir, pero sin decir la verdad también, como la noticia del nene que caminaba tres kilómetros para ir a la escuela. No era una mentira, pero lo vendieron como una buena noticia.

 

Como pueblo debemos reclamar hasta el final, porque con la complicidad de sus medios romantizan la miseria y mucha gente les cree…

 

Les cree, pero no saben que vivir así es una mierda.