8 julio, 2018
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Sudor Cooperativo

A contramano del exitismo y bien lejos del individualismo, las villeras y villeros tenemos un modelo necesario parido con los pies en el barrio, dignificando nuestros conocimientos poderosos en la acción: ni lentas ni perezosos, ¡nos hacemos de los medios de producción! En el día mundial del cooperativismo, festejamos esta elección consciente que gesta una sociedad diferente. Así, las vecinas desarmamos la violencia patriarcal, edificando la independencia laboral. Mientras, el conjunto de cooperativistas destejemos la inflación, construyendo precios sin especulación. Y debatiendo todos los días: decidimos por consenso, nunca por mayorías. En cada revoque, en cada puntada, en cada letra, en cada horneada, nuestra rebeldía fabrica otra economía, sin Fondos Monetarios, sin suntuosos propietarios, sin dinero escondido, sin telegramas de despido, sin patrones, sin peones, sin venta de humo ni explotación de la libertad…

Entre tanta sociedad de consumo,
¡producción en comunidad!

 

«Somos una cooperativa autosustentable. Hacemos mermeladas y también tenemos una huerta comunitaria en el patio de una de las vecinas. De ahí tomamos la mayoría de lo necesario para subsistir, otra parte de las frutas nos la regalan en el mercado y reutilizamos los frascos. ¡Estamos chochas! Encontramos la manera de ayudar al barrio y ayudarnos a nosotras», Lucía Morales, cooperativa «Mermeladas Poderosas», San Nicolás – Córdoba.

 

 

«En nuestro barrio sufrimos fuertemente la situación económica: jóvenes desempleados, madres solteras, padres viudos, que nos vimos en la necesidad de incrementar el piso económico. Pusimos todos los recursos para comprar una mesa con 8 moldes. Y lo que empezó hace un año y medio como una cooperativa de serigrafía, está sufriendo la inflación actual en el costo de las remeras y las pinturas. Por esto, hacemos viandas, cocinamos productos rostizados y panificados, que más que un paliativo se está convirtiendo en una nueva cooperativa», Raúl Godoy, cooperativa de serigrafía «Bancando los Trapos», Santa Rita – Misiones.

 

 

“Nuestra cooperativa surgió de las ganas de compartir con quienes nos visitan cada temporada los valores, los recursos naturales y culturales que tenemos donde vivimos. Y decidimos formarla para mostrarlos a través de visitas guiadas. Individualmente estamos sufriendo mucho porque aún no tenemos un sueldo fijo mensual y el trabajo está supeditado a la época vacacional”, Nancy Calatallo, cooperativa de turismo “Los amarillos de Juella”, Juella – Jujuy.

 

 

“Quienes formamos la cooperativa somos mayores de edad y por esa razón no podíamos conseguir trabajo fuera de nuestro barrio. Llevamos los menús a los negocios en la terminal de colectivos de Retiro, donde vendemos sanguches, tartas y empanadas. Con la suba de precios vendemos menos que antes y ya no podemos disminuir los costos de venta porque iríamos a pérdida”, Irene Carrizo, cooperativa gastronómica «Cienfuegos», Villa 31 – CABA.

 

 

«Somos cinco familias que elaboramos productos panificados y rostizados para abastecer al merendero y a los compañeros del barrio. Construimos el horno de barro y empezamos a organizarnos: algunos cocinando, otros encargados de la distribución, la venta o el armado. De esta manera paleamos las situaciones difíciles que se viven en el asentamiento, donde ofrecemos a un precio bajo nuestros productos para que también sirva como fuente de ingreso a otros vecinos», Yamila Rivas, cooperativa gastronómica «Dignidad y Progreso», Los Hornos – Mendoza.

 

 

“Trabajar en una cooperativa, además de generar un ingreso económico, posibilita tener una vida digna, ya que permite establecer nuestros horarios sin un jefe que imponga qué y cómo debemos actuar. Es un espacio construido entre todas, donde juntas afrontamos las dificultades, entendiendo que cada una tiene su ritmo de aprendizaje. Hacemos cuadernos y tarjeteros que vendemos en ferias, redes sociales o en cada lugar que podamos, porque la situación actual está muy complicada y la gente compra menos», Ángela Flores, cooperativa de encuadernación “Arely”, Villa 31 – CABA.

 

 

“Nuestros hijos iban al comedor del barrio y hablando entre varias mamás nos dimos cuenta que ninguna trabajaba en blanco. Ante eso, decidimos organizarnos porque muchas ya sabíamos coser y otras tenían las ansias de aprender. Hacemos hamacas paraguayas descosiendo y cosiendo tela de parapente», Cynthia Yegros, cooperativa textil “Amazonas”, Villa 31 – CABA.

 

 

«Hoy en día, con las ganancias llegamos a cubrir los costos y la venta se redujo mucho, mientras los precios suben constantemente de una manera desproporcionada, lo que nos obliga a modificar todo el tiempo el costo final del producto”, Mauricio Sebastián Paniagua, cooperativa gastronómica «Locos por las Milas», Santa Rita – Posadas.

 

 

“Somos cuatro vecinas las que trabajamos en la cooperativa. Compramos ropa usada, la reparamos de ser necesario y la revendemos. En los últimos meses los aumentos varios nos obligaron a comprar menos ropa y, por lo tanto, a vender menos. Sin embargo, aunque nos cueste un poco más, no vamos a aumentar los precios”, Brisa Zárate, cooperativa de venta y refacción de ropa “Rústica”, Villa Fátima – CABA.

 

 

“Las necesidades en el barrio eran cada vez más notorias y sensibles, por lo que decidimos crear nuestro propio sostén. Y así salimos adelante día a día, sobre todo con pedidos que nos hacen distintas universidades. Se está haciendo cuesta arriba esta coyuntura, pero no bajamos los brazos”, Cintia Pasculi, cooperativa gastronómica “La Cocina Poderosa”, El Chalet – Santa Fe.

 

 

“Desde el espacio de género entendimos que muchas vecinas necesitábamos un ingreso para lograr independencia. A fines de 2015 conseguimos una impresora mediante la que estampamos remeras, fundas, cartucheras o lo que nos encarguen. No es fácil resistir el aumento casi semanal en los insumos, pero con esfuerzo y organización, seguimos de pie”, Aldana Fernández Toledo, cooperativa textil «Empoderadas», Villa Cordobita – Buenos Aires.

 

 

«Empezamos siendo dos personas y ahora somos 10. En un comienzo sólo era una actividad de recreación donde hacíamos manualidades que con el tiempo se conformó en cooperativa. Usamos papel, cartón y tela reciclada para hacer cuadernos que vendemos en ferias americanas», Graciela Álvarez, cooperativa «Artesanías Poderosas», Barrio Constitución – Mendoza.