El pasado viernes 20, entre el diluvio en los ojos y abrazos mojados, el grito de Kevin llego al oeste y al corazón del conurbano: se proyectó el documental en Circus, un bar en San Justo, La Matanza.
Y ese grito se hizo eco, entre la sordera de la impunidad y las fuerzas de inseguridad, de todas las historias tapadas por el silencio.
Es el amor desamparado, el que se une y escucha; es la constante ausencia de la justicia, que se fortalece y se vuelve lucha.
Estuvieron presentes familiares de víctimas de la represión estatal. Familiares de Tonchy (22) asesinado en La Matanza por un policía bonaerense en 2002, Fabián Gorosito (22) secuestrado, torturado y asesinado en Mariano Acosta por 11 policías en 2010, Paly Acorta (17) fusilado de un tiro en la cabeza en Morón por un policía bonaerense en 2013, Lucas Décima (17) asesinado por un policía bonaerense en Merlo en febrero de 2017, Nazareno Vargas (18) asesinado a balazos con un arma reglamentaria en Merlo en agosto de 2017, Agustín «Piki» Maciel, asesinado por un policía de la Federal en diciembre de 2017.
«A mi hijo lo mató un policía…» cada familiar empezaba diciendo, y contaba el detalle de ese momento, de cómo se enteró, de toda la información que se le ocultó y de las pruebas que la misma policía plantó.
Y siguen las coincidencias: «nos tenemos que unir porque solos no podemos». Porque a nuestros pibes no los parimos para que un día se conviertan en remera ni en bandera. Son la fuerza de la lucha para levantarse cada día, de ese abrazo eterno y profundo que no sana pero ayuda a seguir. Quieran o no quieran, nos van a tener que oír:
¡Aunque nos quieran acostumbrar, vamos a seguir gritando; por Kevin, Luciano, Fabián, Luisito, Paly, Germán, Ismael, Lucas, Tonchy, Agustin, Nazareno: Justicia y ni un pibe menos!
