8 abril, 2018
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Dos luchas, un camino

 
 
 
 
 
 
*Por Nelson Santacruz, comunicador de la poderosa asamblea de la Villa 21-24.
 
 
 
Cómo no ponernos tristes hoy con la muerte de Gilda, nuestra vecina de la Villa 21-24. Mujer, militante, recicladora, compatriota, feminista, trabajadora. Cómo no pensarla al caminar por los pasillos del barrio, como chanchos en chiquero, embarrados de silencio. Cómo no relacionarla con lo que le pasa a Lula en Brasil, otro gran vecino. 
 
 
 
¿Qué? Claro que tiene que ver. Porque la causa de un mundo mejor los unía, a ella y a él. 
 
 
 
Gilda murió electrocutada mientras sacaba, a baldazos, el agua acumulada por la lluvia de injusticias. Sí, hace años y años que estamos en emergencia eléctrica. Y la pobreza siempre se acompañó con el abandono estatal, por eso esa mujer agarró las riendas y pateó la calle por los derechos de su pueblo. Soñaba que algún día ya no se inunde más nuestras vidas con la miseria, deseando que sus siete hijos encuentren en su resistencia un faro para crecer mejor. 
 
 
 
Así, tal cual, soñó aquel tornero brasileño. Porque sepan todos los que ya lo saben, que nuestras dolencias pasan acá y en las favelas de igual manera; donde nos acribillan por la piel morena con políticas putrefactas. En realidad no hablo de Luis Ignacio Da Silva, porque bien lo dijo en su discurso; es “una idea” lo que defendemos, no a un ser humano. Pero le tocó a él ser la carne y ser el hueso de esa ideología que millares abrazan en el país hermano.
 
 
 
Lula perdió un meñique a los 17 años porque un doctor se lo arrancó: “¿Para qué necesita diez dedos un peoncito?”. Y nuestra vecina a los 45 dejó de respirar porque total, ¿para qué necesita vida digna una recolectora de basura? De ahí salió ese obrero sin diploma y sin un dedo para ser quién más diplomas le dio a miles de jóvenes, como también explicó hoy ante la multitud. 
 
 
 
Con su carretilla en mano, paleaba sus días contra la corriente del ajuste derechista. Se lo bancó en colectivo, siempre con las banderas en alto. “Ya fuiste usada, no permitas ser dominada”, reza un cartelito en las manos valientes de ella. Y claro que Lula acotó a esa consigna con su: “Podrán matar cien rosas” pero “jamás van a impedir la llegada de la primavera”. Ese hilo conductor de sentimiento, les juro que es sentimiento, traspasa fronteras e idiomas.
 
 
 
Sus crímenes fueron gritar por los pobres, y ojo eh…Somos muchos los criminales. 
 
 
 
En este ahora histórico, Lula es un guerrero del mundo entero. Si lo matan sabemos que será un mártir, si lo sueltan será presidente y si lo llevan preso también.
 
 
 
Porque después de todo, aunque nos quiebre el alma, como Lula nos enseñó hoy, Gilda era otra guerrera, otra Marielle impulsada por la lucha como canción. 
 
 
 
Y sabemos que “la muerte de una combatiente no frena la revolución”.
 
 
 
 
 
 
 

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