18 septiembre, 2017
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Jorge Julio Maldonado

* Por Rubén López,
hijo de Jorge Julio López, desaparecido en democracia.

A 11 años de tu desaparición, querido viejo, los argentinos venimos reviviendo todo lo que nos pasó con vos. Y si bien no estás acá, hoy tu garganta grita más que nunca, en la calle, en el aire, en el papel. Extraña paradoja, la presencia de tu ausencia, peleando por él. Porque no, tu figura sosteniendo la cara de Lechuga no expresa una imagen, sino un símbolo de compromiso, perseverancia, entereza y valor. Ahí te veo. Pero no estás. Y duele mucho, ¿sabés cuánto? Tanto que no se puede explicar con palabras sueltas, pero se puede sentir en el cuerpo, a cada hora, a cada instante.

Siempre, siempre, siempre,
empujándonos para adelante.

Como le cuento a toda persona que me pregunta por vos y, especialmente, a las que no me lo preguntan, tengo muy claro que hoy estarías ahí, marchando con sus familiares, brindándoles respaldo, diciéndoles que no bajen la guardia, apoyándolos como apoyan los que luchan, aunque no escuchen, los que nunca escuchan. Porque sí, vos esperaste 30 años para contar cómo viste torturar y asesinar a tus compañeros. Hasta me confesaste que, algún día, se te pasó por la cabeza matar al genocida, pero decidiste no hacerlo, porque «no vale la pena ensuciarse las manos por semejantes basuras». Aguantaste un montón, declaraste en los tribunales y nos dejaste tu verdad, para meter en prisión a los criminales de lesa humanidad.

Tu esposa, tus nietos, tus nueras y tus hijos seguimos acá, extrañándote, mientras tu nombre acompaña al nombre de otra desaparición forzada, por las mismas rutas, por los mismos aires, aturdiendo al silencio y recorriendo el mundo. Pues hoy, como cada día, cada mes y cada año, los tuyos estamos de pie, reclamando que nos digan qué carajo pasó con ustedes. Y sí, por supuesto que tanto grito se vuelve agotador, pero siempre llega un saludo, un abrazo o un reconocimiento, que dice «Jorge Julio López» con la fuerza del viento, para volver a levantarnos…

No podrán callarnos, ni callarte, callando al Estado:
vamos a escucharte,
¡cada vez que griten por Santiago Maldonado!

 

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