5 septiembre, 2017
,

«Tenemos espalda»

 

 

«TENEMOS ESPALDA»

* Por Ana Riquelme,
golpeada por la Policía en Plaza de Mayo.

¿Vieron el video? Bueno, ésa soy yo, la chica que está filmando. ¿Clarito, no? Soy ésa, la que recibe una patada del policía en la columna vertebral. ¿Vieron? Sí, esa mujer que cae al piso, sin imaginar jamás un ataque tan cobarde. Pues la Plaza parecía prácticamente desagotada cuando, sin previo aviso, arrancaron la cacería. Yo estaba marchando con una compañera pediatra del CeSAC N°30 de Barracas, donde trabajo, porque esperábamos una respuesta del Estado, ante la desaparición forzada de una persona. Y es más, hasta el viernes yo creía que Santiago había sido víctima de la brutalidad de algunos gendarmes, pero después de semejante operativo contra personas pacíficas, creo que hay algo más.

Salieron a cazarnos, así, a las patadas, entre motos, palos y balas, como si estuviéramos en una película de los 70. Y de las que nadie quisiera volver a ver. Fue una provocación directa a la gente que tan sólo estaba comiendo, charlando o escuchando a quienes todavía tocaban música en los alrededores. Por eso, cuando la Policía avanzó, empecé a grabar con el celular. Y ahí fue cuando la represión me alcanzó, con esa impunidad que ostentan las Fuerzas de Seguridad, como una deuda que nunca se salda.

Y con una bota,
en el medio de la espalda.

No fue nada, en comparación a los golpes que sufrieron otros en la misma emboscada. Sinceramente jamás imaginé que un gobierno elegido democráticamente fuera a disparar semejante avanzada del terror. Porque debo admitir otra cosa: yo creía en ellos, tanto creía que me banqué los tiempos y los argumentos del ajuste. Pero desde el viernes, intento asimilar lo que viene pasando, porque esa patada también me rompió la cabeza…

No entiendo. Si estábamos tomando una cerveza con amigos percusionistas, cómo aparecimos corriendo y esquivando las motos que subían a la vereda, atropellando y disparando a mansalva. Nada nuevo, más bien todo lo viejo: quieren instalar el miedo en todos nosotros, para que nadie salga a manifestarse. Por eso, a fuerza de prepotencia, provocaron ellos mismos los conflictos, como excusa para su escalada represiva…

Y una vez más, la televisión no ayuda. Miente, como casi siempre, recortando esa patada salvaje de un funcionario público a una mujer, para editorializar en favor de los verdaderos responsables, impostando un tono alarmista, desde las mismas mesas que pontifican contra la violencia machista… Todavía me duele el cuerpo, pero no tengo ninguna herida que me vaya a invalidar. Pues no, después del golpe, tampoco me permito sentir miedo, porque no voy a darles el gusto de guardarme en mi casa, por el terror que tan bien han diseminado.

Vamos a volver a la plaza,
hasta que aparezca Santiago Maldonado.

Posted by La Garganta Poderosa on martes, 5 de septiembre de 2017

 


* Por Ana Riquelme,
golpeada por la Policía en Plaza de Mayo.

 

¿Vieron el video? Bueno, ésa soy yo, la chica que está filmando. ¿Clarito, no? Soy ésa, la que recibe una patada del policía en la columna vertebral. ¿Vieron? Sí, esa mujer que cae al piso, sin imaginar jamás un ataque tan cobarde. Pues la Plaza parecía prácticamente desagotada cuando, sin previo aviso, arrancaron la cacería. Yo estaba marchando con una compañera pediatra del CeSAC N°30 de Barracas, donde trabajo, porque esperábamos una respuesta del Estado, ante la desaparición forzada de una persona. Y es más, hasta el viernes yo creía que Santiago había sido víctima de la brutalidad de algunos gendarmes, pero después de semejante operativo contra personas pacíficas, creo que hay algo más.

 

Salieron a cazarnos, así, a las patadas, entre motos, palos y balas, como si estuviéramos en una película de los 70. Y de las que nadie quisiera volver a ver. Fue una provocación directa a la gente que tan sólo estaba comiendo, charlando o escuchando a quienes todavía tocaban música en los alrededores. Por eso, cuando la Policía avanzó, empecé a grabar con el celular. Y ahí fue cuando la represión me alcanzó, con esa impunidad que ostentan las Fuerzas de Seguridad, como una deuda que nunca se salda.

 

Y con una bota, 
en el medio de la espalda.

 

No fue nada, en comparación a los golpes que sufrieron otros en la misma emboscada. Sinceramente jamás imaginé que un gobierno elegido democráticamente fuera a disparar semejante avanzada del terror. Porque debo admitir otra cosa: yo creía en ellos, tanto creía que me banqué los tiempos y los argumentos del ajuste. Pero desde el viernes, intento asimilar lo que viene pasando, porque esa patada también me rompió la cabeza…

 

No entiendo. Si estábamos tomando una cerveza con amigos percusionistas, cómo aparecimos corriendo y esquivando las motos que subían a la vereda, atropellando y disparando a mansalva. Nada nuevo, más bien todo lo viejo: quieren instalar el miedo en todos nosotros, para que nadie salga a manifestarse. Por eso, a fuerza de prepotencia, provocaron ellos mismos los conflictos, como excusa para su escalada represiva…

 

Y una vez más, la televisión no ayuda. Miente, como casi siempre, recortando esa patada salvaje de un funcionario público a una mujer, para editorializar en favor de los verdaderos responsables, impostando un tono alarmista, desde las mismas mesas que pontifican contra la violencia machista… Todavía me duele el cuerpo, pero no tengo ninguna herida que me vaya a invalidar. Pues no, después del golpe, tampoco me permito sentir miedo, porque no voy a darles el gusto de guardarme en mi casa, por el terror que tan bien han diseminado.

 

Vamos a volver a la plaza,
hasta que aparezca Santiago Maldonado.