Inundados de bronca, salimos otro 29 de abril a gritarles a quienes nos llenaron de agua.
Inundada de corrupción, una obra que hubiera detenido los anegamientos, pero que nunca se terminó.
Inundado de prepotencia, el ex gobernador Carlos Reutemann se excusó: «A mí nadie me avisó».
Inundada de impunidad, tras el toque de queda, Gendarmería Nacional «limpiaba» a tiros las villas de la ciudad.
Inundadas de evacuados, las escuelas se transformaban en guetos para los refugiados.
Inundados de solidaridad, los vecinos a los que les faltaba mucho, daban lo poco que tenían a los que les faltaba todo.
Inundadas de dolor, las personas deambulaban por las calles, buscando a sus familiares.
Inundados de mierda, barro y pestes volvimos a nuestros hogares cuando el agua nos dejó.
Inundados de nostalgia, entendimos que lo más valioso que perdimos eran las fotos con nuestros recuerdos.
Inundados de tristeza, hubo quienes decidieron que el agua y la desidia los habían matado y encontraron consuelo en el suicido.
Inundados de cinismo, nos ofrecieron migajas y curitas para arreglar el desastre.
Inundados de protección mediática y judicial, los mayores responsables siguen libres y ocupan bancas en el Congreso Nacional.
Inundados de angustia, sabemos que cada año que pasa se acerca más la prescripción de la causa, porque nos quedó lejos aquel 29 de abril de 2003.
Inundados de olvido, los barrios pobres de la ciudad nos seguimos llenando de agua.
Inundados de promesas electorales los gobernantes se siguen llevando nuestros votos, mientras nuestros pibes se siguen embarrando para ir a la escuela los días de lluvia.
Inundadas nuestras gargantas, gritamos «Juicio y Castigo» a los responsables del martirio.
Inundada de memoria y dignidad, ¡sale marchando desde Barrio Chalet, La Poderosa de Santa Fe!
