15 mayo, 2017
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A Higui, la liberamos entre todas

*Por Ana Carolina, comediante, lesbiana, feminista, miembra de la Asamblea Lésbica Permanente. 
 
 
Al 7 de febrero del 2017 el expediente del caso de Analía Eva de Jesús, «Higui», tenía 30 fojas. Parece que para un proceso judicial 30 fojas es poco, no es nada, es un chiste. Intuyo que sobre todo las personas que trabajan en Tribunales se reirán más fuerte; yo siento que me falta información para reírme de este chiste. Los chistes tienen premisa y remate, la premisa te informa y el remate te hace reír.
 
 
A Higui la atacaron por lesbiana, y eso me interpeló: yo también soy una de las lesbianas que se apropian estratégicamente de esa identidad, urgida por el deseo de vivir en paz. El mismo modo de existencia que abre mundos hermosos te coloca en el blanco de quienes se fanatizan con la norma. Como escribieron Monique Wittig y Sande Zeig: «Las lesbianas somos aquellas que vivimos en pueblos de amantes, aquellas cuyo interés se dirige en primer término hacia nuestras amantes». Me gusta ese modo de pensar la existencia lesbiana y me pregunto si a Higui le gustará que las lesbianas seamos eso; me pregunto que pensará Analía Eva de Jesús de tantas cosas…
 
 
 
 
Y al pensar en Higui me inundan imágenes de las otras tantas personas que están encerradas en destacamentos policiales por ser eso. Las personas que están privadas de su libertad con procesos judiciales que son un chiste, las personas que fueron violentadas por ser eso, detenidas injustamente por el sistema, depositadas en destacamentos policiales y allí murieron, por ser eso. Las sacó la muerte. Sólo la muerte detuvo la violencia sobre esos cuerpos que suelen ser lesbianos y/o trans y sobre todo pobres. Porque de acuerdo a esta lógica del horror unos cuerpos valen más que otros. Hay vidas que parecen merecer más ser vividas que otras.
 
 
A Higui la encerraron por defenderse de un brutal ataque, y eso también me interpeló. Cuando el comerciante ejerce su derecho a defenderse matando un cuerpo pobre que pretendía llevarse sus cosas y la lesbiana es acusada de homicidio cuando mata defendiendo su cuerpo pobre, la constante es que el cuerpo pobre es castigado.
 
 
Nos identificamos, somos eso como estrategia para encontrarnos, para sacarla entre todas porque, sí, somos aquellas que sentimos un deseo furioso por nuestras amantes y sentimos también que urge articular una organización colectiva, empapada de esta rabia alegre a la que no podemos ni queremos desatender.
 
 
¿Cómo hacemos? ¿Qué hacemos? ¿A quiénes llamamos? ¿Con quiénes tramar complicidades en medio de tanta desidia? ¿Qué hacemos cuándo las solidaridades que luchan se confunden con gestos de caridad?
 
 
Abrazar nuestra fragilidad es una posibilidad.
 
 
Y otra más concreta es preguntarles, a todos ustedes, si no conocen a alguien que trabaje en la Fiscalía de San Martín.

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