5 febrero, 2017
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«GRACIAS A LA VIDA»

Hoy, como si fuera ayer o mañana, los diarios volvieron a salir maquillados, por todos esos productos cosméticos que no distinguen al negro del blanco, pero prefieren al arcoiris de gris. No quisieron, esta vez tampoco, romper los moldes de sus letras. Y no aceptaron pintarlas de violeta. Porque sí, hoy las noticias debieron amanecer recostadas en un pentagrama, suspendidas en el aire sobre cuerdas de guitarra, desperezándose con los puños cerrados, hasta bajarlos violetamente, sin tiempo para la ene, rompiendo este mundo de cerámica, antes de esculpir uno nuevo.

 

«Paso por un pueblo muerto y se me nubla el corazón, aunque donde habita gente la muerte es mucho peor, donde enterraron la justicia, enterraron la razón, y arriba quemando el sol».

 

Hoy, otro anoticiado 5 de febrero, los chilenos que no nacimos en Chile, las personas en situación de guitarra, los mamíferos con capacidades diferentes, los insalvables de Salvador, nos consagramos científicos del amor que nos vuelve inocentes. Sin olvidar sus ojos, sin escuchar su voz, medio siglo después del después, vamos a cultivar la tierra, esperando encontrar remedio para la pena, porque «lo que puede el sentimiento, no lo ha podido el saber, ni el más claro proceder, ni el más ancho pensamiento». Presente, la quisimos con locura, pero ausente la queremos más y más, gracias a la vida, que nos ha dado tanto. La risa, el llanto. Y el amor, «ese torbellino de pureza original, que retiene a los peregrinos y libera a los prisioneros». ¿No ves que pasamos 50 años en vela? Sí, «en vela como en mar violento la carabela», no, violeto, sí, la carabela de tu canto, para distinguir dicha de quebranto.

 

«Los pajarillos no cantan, no tienen donde anidar, ya les cortaron las ramas donde solían cantar; después, cortarán el tronco y pondrán, en su lugar, una letrina y un bar».

 

Hoy, los jefes de redacción debieran sentir la obligación moral de mirar, «cómo gestionan sus secretarios las páginas amables de cada diario, cómo sonríen angelicales, cómo se olvidan que son mortales». Hoy, los editoriales debieran analizar que «algunos viven acomodados, pero eso con la sangre del degollado”. Hoy, las crónicas policiales debieran invitar a reflexionar, “cómo se visten cabo y sargento, para teñir de rojo los pavimentos”. Hoy, las notas de sociedad debieran señalar «cómo le muestran una escopeta para quitarle al pobre su marraqueta». Hoy, los enviados especiales debieran indagar «cuándo será ese cuando, señor fiscal, que la América sea sólo un pilar». Hoy, las tapas debieran contar su vida, los pueblos americanos, su vida, se sienten acongojados, su vida, porque los gobernadores, su vida, los tienen tan separados. Pero hoy no parece hoy, en la prensa que prensa la razón, bajo la careta bizarra de su propia coartada.

 

Tienen razón.
Violeta Parra no murió nada.