La mañana de ayer transcurrió entre un manojo de sensaciones encontradas: ansiedades, miedos e ilusiones recorrían el cuerpo de todos los vecinos del Barrio Magisterio. Pero sobre todo, la incertidumbre de todos estos años, desde el mismo día que decidieron tomar estas tierras convertidas en grandes basurales, por el abandono de sus propios dueños.
Los vecinos de los barrios aledaños celebraron con gusto la llegada de los nuevos moradores, que dedicaron días y semanas a limpiar estas hectáreas, ubicadas en la zona norte de la ciudad de Catamarca, al ladito de la última rotonda de la avenida Choya. Así, de los altos matorrales, fueron sacando los escombros, la basura, partes de motos desarmadas, alacranes, ratas, y los vestigios de tantos años de abandono.
Mes a mes el barrio fue creciendo, y hoy lo conforman 340 familias, muchas de las cuales están compuestas por madres solteras con sus hijos. En principio, cada quien cuidaba su lote desde una improvisada construcción de chapa, nylon y tarimas. Hubo algunos que utilizaron sus escasos ahorros para sentar bases más firmes, y de a poco levantaron paredes con bloques. Algunos otros no disponían del dinero para arriesgarse a construir en un terreno del que podían desalojarlos cualquier día. Y muchos otros no tenían alternativa.
Siempre firmes en cada asamblea, en cada reclamo, en cada piquete, hoy todos los vecinos celebran los primeros frutos de la lucha. Los concejales abandonaron la disputa personal y partidaria y escucharon a los dueños originales dispuestos a ceder, y a los dueños por derecho dispuestos a pagar. En un voto casi unánime, de 12 positivos y 1 negativo, llegó la tan ansiada expropiación.
Giovanna, una de las vecinas del barrio, comentó: «Es una alegría muy grande que los concejales hayan dado lugar a la expropiación. Sabemos que aquí empieza un nuevo camino, con mucho trabajo por hacer. Es lo que esperábamos, son más de 300 familias que empezamos un nuevo camino”.
