9 mayo, 2016
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365 días de lucha

Nosotros no queríamos preservar este momento, ni salvaguardar este resentimiento, ni resguardar la entonación de una protesta, ni silenciar otra oración yuta puesta, ni solicitar un habeas corpus al purgatorio, ni velar por el próximo velatorio. No queríamos conmemorar el día que no debió amanecer jamás, en medio de una noche que cada vez oscurece más. Cientos de comicacerías operan como talleres clandestinos de conmoción, donde la Justicia enciende la codicia y la televisión apaga a una generación. Pibes pobres, que valen oro pero roban cobres, para huir del teatro, del maltrato y de la bota, o por lo menos del circuito que los explota, en los pasillos minados por esos casquillos sembrados como miguitas de pan, en la marcha de los oficiales que van por el choripán, con la orden estricta de nunca encontrar nada de todo lo que fueron a buscar. Sólo así, la culpa será pulpa de un jugo de tomate frío, cuando el «combate» te tire el río, cuando te guarde en un cajón o cuando te meta en esa orgía de corrupción, que todavía nos presentan como “prisión”. Y sí, claro que podemos discutir, ¡tenemos la obligación de disentir! Pero en ésta nos paramos de manos: no hay tres posiciones para los Derechos Humanos. ¿O qué carajo significa Nunca Más? Los defendés o los violás. Y sí, claro que podemos ser diferentes, ¡tenemos la obligación de ser desobedientes! Pero en ésta nos paramos más fuerte: no hay boleta que acalle una muerte. Homenajear a Walter Bulacio y hablar de Kevin despacio, o denunciar cualquier atropello sin preguntar por Lucas Cabello, debería darles al menos algún escalofrío, por Maxi, por Darío, por Luciano y por tantos villeros muertos a contramano de todos los gobiernos que se valieron de los infiernos y las redes de silenciamientos, entre las gruesas paredes de sus destacamentos. No queríamos una jornada de periodismo frente al terrorismo estatal. No queríamos hacer cuentas con la Coordinadora Contra la Represión Policial. Y mucho menos queríamos cuidarnos de los palos que compran para cuidarnos, con presupuestos que aumentan para cuidarnos, como si el negocio no fuera descuidarnos, en cualquier lado, sin ningún tipo de cuidado. No queríamos, pero nos obligan a gritar. Para variar. Y ojalá nunca ninguna vehemencia pueda vestir de normal, nuestros 365 días de lucha contra la violencia institucional, ésa que torturó ayer, ésa que reprime hoy y ésa que matará mañana, mientras un cana poligráfico nos pueda desaparecer: siguen sueltas las viejas mulas del narcotráfico y el poder.

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