7 junio, 2010
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Un verdadero galán

PimpinelaCuando le preguntaron hace más de un año si quería cantar con ellos, sin dudar, él respondió que sí, cantar y también hacer pasitos de baile junto a los Pimpi. Su sueño era tocar en el Gran Rex de la Avenida Corrientes. El programa iRial se lo perdió. Claro, seguramente porque era una buena noticia de Zavaleta y para su canal no valía la pena cubrirlo. Tampoco la Canosa ni el indiscreto de Lucho fueron a ver qué pasaba.

Tomi revolucionó al mundo del espectáculo. Contrariamente a como imaginaba que sería su vestimenta a la hora del debut musical, estaba de punta en blanco: zapas nuevas, jean, chaleco y campera. Ah, y corte de pelo incluído, con un mechoncito al aire a la altura de la nuca. Una joyita. Antes de iniciar el recorrido hacia la mítica Avenida porteña, separó dos bolsas grandes de chizitos. “¿Para qué dos?”, se preguntaban quienes lo secundaban. Tomi, derramando generosidad y carisma, respondió: “Para que coman ustedes también”. Una de las dos le duró el tiempo que tardó en llegar desde su casa al auto que lo llevaría al teatro; la otra, también. Algún que otro snack quedó para el resto.

PimpinelaArribado al teatro, la impaciencia y los nervios por el primer show oficial empezaron a jugarle una mala pasada… al contingente de espectadores. En la entrada, haciendo uso de su simpatía y de sus ojitos que se revolvían para todos lados, sin quedarse quieto ni un segundo, se ganó el amor de una de las vendedoras que estaba por ahí, y ella le terminó regalando una foto de sus ídolos. Como no podía ser de otra manera, atento al gran cariño que le tiene a los hermanos Galán, y previo a estrujarla un poco por la emoción incontenible, besó la imagen. “¡Lucía y Joaquín son los mejores!” vociferó, tirando flores a quienes ese día compartirían con él todo el protagonismo.

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“¿Dónde están? ¿En cuánto vienen? ¿No va a empezar todavía, no?” La espera se hacía larga y desesperante. “Mejor esperemos afuera”, decidió, y fue derecho a probarse unos binoculares que, finalmente, no eran lo que él esperaba: “No, no se ven ni Lucía ni Joaquín con esto”. Ya estaba todo listo. No faltaba nada más. Era hora de empezar con el show, su show. “Se apagan las luces y empiezo a aplaudir”, reveló. “¿Vas a aplaudir fuerte?”, se le consultó. “No, mejor no voy a aplaudir”. Sin dar lugar a la obvia repregunta, sacó su instinto futbolero – y sobre todo tribunero- y empezó a agitar: “¡Pim-pi-nela, Pim-pi-nela!”.

PimpinelaAhora sí, salieron los hermanos Galán al escenario. ¿Y Tomi? Esperaba con una paciente euforia su turno. Empezaron a actuar. Un tanto enojado con lo que estaba ocurriendo arriba del escenario, preguntaba a cada rato: “¿No van a cantar con micrófono?”. Claro, ¿cómo Los Pimpinela no iban a cantar y, sobre todo, cantar con micrófono? A pesar de su incipiente fastidio, el nuevo romántico de América, sin dejar caer su altísimo estado de emoción, ahora daba aliento sólo a uno de los hermanos: “¡Bravo, Joaquín!”

Era el momento, la hora señalada, la escena quedó liberada para la aparición de Tomi. Después de una hora y media de actuación, Tomi iba a hacer vibrar a la gente que lo rodeaba y lograr su entrada triunfal en la sala de la Avenida Corrientes.Tanto tiempo valió la pena. Allí apareció el revolucionario artista, en la primera bandeja del teatro, para deleitar a todos y todas. El público se puso de pie. Lucía y Joaquín lo presentaban sin ser demasiado explícitos: “Hermanos, en lo bueno y en lo malo”. El show llegó a su cumbre con la aparición del nuevo pequeño ídolo de la música romántica. El público se deshacía en palmas y gritos. De algunos ojos brotaban lágrimas sin que sus portadores las pudieran contener. Su voz, llegaba hasta lo profundo de los espectadores. La obra llegaba a su fin, pero el espectáculo estaba a punto de comenzar.

Pimpinela3La vuelta a casa tras un largo y agitado día lleno de emociones, sentimientos y pensamientos cruzados, no fue menos que toda la previa. Tomi, comiendo uno de los pocos chizitos que le quedaban de la última de sus dos bolsas, nos iba a seguir deleitando con sus confesiones post show. Esas que ningún chimentero barato se quisiera perder. Sólo para ustedes -y en exclusiva- dos comentarios suyos para destacar:
-¿Por qué cantaron tan poco y actuaron tanto?
-En un momento casi me pongo a llorar porque estaba cantando y viendo a Pimpinela.

Sí, el mismo que había dicho que no lloraría, porque “Pimpinela no se pone a llorar”, hoy confesó que estuvo cerca. Un Tomi íntimo y auténtico. ¿Más? En la puerta de su casa se despidió de sus acompañantes. Lo esperaba su mamá, más emocionada y alegre que el propio Tomi, a la cual le sonrió y le dijo: “Para vos, mamá”, entregándole la foto y, sin decirlo, dedicándole el show de ese día. Fue un nuevo capítulo en la historia del nuevo romántico de América que seguirá construyendo su revolución musical, con la convicción y certeza de que puede. Un poderoso de ley.

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